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PONER LÍMITES

  • Sandra Natalia Reyna Pacheco
  • 13 dic 2015
  • 2 Min. de lectura

Muchas veces los padres consideran que poner límites a sus hijos implica censurarlos, criticarlos, o hasta prohibirles cosas, no dejar que se desarrollen libremente o en otros casos los padres temen poner límites porque temen las respuestas de sus hijos a estas limitaciones, temen el que dirán los demás, si el niño grita, si llora, si se tira al piso o pretende hacer una rabieta; muchas de estas ideas llevan a los padres a ser incapaces de poner límites en sus hijos, de ser libres de indicarles que hacer o incluso de opinar en las acciones que realizan.

Esto lleva muchas veces a los padres a manejarse con conductas de libertad, permisividad y relajo, buscando así la inmediata satisfacción de los niños, transformándolos de esta forma en pequeños tiranos. Estas actitudes de los padres hacia los hijos mantienen en ellos la ilusión de que tienen el derecho a todo y pueden pasar por encima de todos.

Esto llega a suceder debido al desconocimiento de los padres del aspecto esencial de la puesta de límites: establecer un lugar intermedio entre el dejarte elegir y la represión: el límite tiene la característica de ser dual, por un lado prohíbe, pero por otro, permite.

Poner límites enseña a los niños a tolerar, a comprender y sobre todo a respetar. Poner límites es decir “no”, porque no todo es posible. El “no” y la frustración son necesarios para la formación del niño, introducen el tiempo de la espera, donde no todo puede ser satisfecho inmediatamente, los prepara para la vida, les enseña a luchar, les enseña a esforzarse pero sobre todo les enseña a valorar lo obtenido con esfuerzo y no a base de caprichos o gritos.

El colocar límites es una cuestión de autoridad, que no debe confundirse de ninguna manera con autoritarismo: retos, castigos y penitencias, responden a otras cuestiones, nunca son verdaderos límites. Cuando se impone un límite con exceso de severidad, de una manera inflexible, más que ayudar al niño, se le restringe en sus posibilidades y se le impide avanzar.

Siempre será importante recalcar la importancia de estar dentro de la vida de nuestros hijos durante aproximadamente los 10 primeros años inculcándole enseñanzas y ayudándolo a forjarse de una manera positiva porque al pasar a la etapa de la adolescencia su punto de referencia serán los amigos y si no supimos entrar en sus vidas durante los primeros años no podremos continuar formando parte de su desarrollo sin que haya problema alguno.

Por ese motivo poner límites significa enseñar a luchar por lo que quieres, que no todo en la vida es fácil, que si deseas algo y te esfuerzas lo disfrutas más al lograrlo, si no les enseñamos a nuestros hijos a sufrir, a caerse y a estar derrotados y poder levantarse y seguir adelante ahora que tienen nuestra compañía cuando sean adultos y estén solos no podrán con una caída o con un fracaso.


 
 
 

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